11
Siempre has pensado que la realidad no existe
o,
por lo menos,
que la tuya la vive otro.
Quién creció entonces en esta ciudad,
te dices esta noche en la que llegas a las tantas
con la alevosía del fugitivo que regresa a devolver
un dinero,
a confirmar un dato, o a saldar una deuda de honor,
pilotando expectante un automóvil
como el cetáceo suicida atraviesa entre dos cabos
una línea imaginaria.
Adónde regreso, si la realidad no existe,
te
dices,
a una luz ya apagada en mi ventana
donde, insomne, agotaba el último
serie B de Tele5 y después releía a Bataille,
a ese edificio que ahora paso de largo
donde mis ancianos padres duermen,
a los corn flakes con whisky de madrugada
en El Pesquero, y las frases ocurrentes copiadas
a Baudelaire, a Décima Víctima,
al macarra de turno,
a
un pasado que ya es literatura,
adónde,
[lo
dijo Zenón, la flecha está en el aire
pero
no se mueve la flecha]
si el disco en los semáforos desde entonces
está
en amarillo,
si los basureros continúan parando en el Delicias
Café
y prefieres seguir ruta, hacer noche
en un hostal de descampado,
confirmar que nada existe, que otra vez será,
que ya entonces te decía Bataille, escribo
para borrar mi nombre.
11.1
Siempre has pensado
que la realidad no existe,
o que la tuya la vive otro.
Y de esta manera permutados,
dices,
cada cual se anda buscando.
El enamoramiento
propones
como prueba irrefutable.