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poema de  Carolina Pinedo del Olmo

LA PLENITUD DEL VACÍO




Despierto, abrazada a la plenitud del
vacío,
tras escalar el abismo de la rendición.
Arranco la pluma puñal que sangra en mi
piel
y crezco con la luna,
luz portal de noche amanecida,
que descubre la sonrisa de una lágrima.

Conquisto ecos de rede espejismo
entre fríos barrotes
que arrojan la calidez de los corazones
a olvidadas tumbas,
solitarias.

Tras caer por la caótica espiral oscura
de plomiza densidad,
surgen las livianas plumas de colores
que se elevan hacia lo que soy.

Me descubro en espejo milagro
y despierto a la plenitud del vacío
llena de nada y vacua de todo.
del tierno canto del pajarillo,
que convive con el rugir del acero.
De la compasión que acaricia,
junto a la mano que castiga,
con palabras de piedra
arrojadas al corazón.

Entre espejismos irreales,
atisbo el reflejo real
en la plenitud
el intenso vacío,
caótico.

ME RESCATÉ

 

Escuche a quien me hizo creer
que nunca florecería
entre tanta fría negrura,
pero resucité,
me rescaté,
renací.

La noche se tornó más larga
sin amor,
en brazos de la esquiva duda,
flotando
en un enjambre
con besos de aguijón.

Esquivé el cuchillo,
aparté el hielo,
volé sobre la tormenta,
surqué el trueno gris
y lo hice temerosa,
perdida,
sola,
sin fe.
Solo reconfortada
por invisible cadencia
de cálida mano.

Planeé sin viento,
quebré el silencio
me nutrí del vacío
y guié
por desordenados acordes
de una extraña melodía.

Arranqué flores
del jardín prohibido,
sumergí mis pies
en el salvaje río helado,
mudé mi piel
entre espinas y rosas.
Escuché a quien me hizo creer
que nunca florecería
entre tanta fría negrura,
pero desembarqué
en los brazos de mis pétalos.

 

LA MUERTE

 

Me encontré con la muerte
y no pasó de soslayo,
tomó mi mano
y me llevó a su oculta gruta.

La muerte me mostró
que cada paso
ya es recuerdo marchito,
borrado.

Me encontré con la muerte
que me habló
de los confines de la vida.
Dejé que me susurrara
el mensaje de las almas
y los secretos del camino
desde el fin de los tiempos.

Con temor,
escuché a la muerte,
que me embarcó en la paz.
Miré sus vacíos ojos,
espejo de cada vida.
Me anunció luces y sombras
invisibles
para los mortales ojos
y se fue
sigilosa,
sin mirar atrás,
conocedora
de que volveríamos a encontrarnos
en un cruce de caminos
a la luz de la vieja luna.

 

Poema seleccionado por la periodista, escritora y poeta © Carolina Pinedo del Olmo, para su publicación en la revista mis Repoelas:



Lo incierto


La plenitud del vacío


 
 


Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras