Luego
de mucho fingimiento
se olvida el verdadero rostro.
Sé que fui un niño taciturno
con emociones muy reales.
Sé que fui un pobre adolescente
vencido por oscuras tormentas.
Con cada desengaño
angustia o traición
se me ha perdido cierta luz irrecobrable.
Se me ha hecho grande
la turbia neblina.
Todo se reduce a inventar un objetivo.
Limpiar el corazón.
Que la muerte no domine.
En este mundo no hay jardín que eluda
declives.
Una carne transitoria usamos de vehículo
y sufrimos tantas cárceles como soberbias o miedos.
Finalmente comprendemos cuando la soledad,
las
tragedias,
el
silencio y su sabiduría. |