Abierto el año, la herida llena de sangre
su cabeza,
los villancicos se esconden detrás de la puesta del
sol,
dignos, sin ruido; sólo las sombras no quieren escuchar,
se quedan en el cerebro, como vagabundos hambrientos,
absorbiendo el oxígeno,
Ay de ti, el que respira para poder vivir.
Dos, tres langostinos y sus largos bigotes se quedan en un
plato,
una rebanada de pan y alguien olvidado en el año que
acaba de morir de rodillas ante los pies del presente.
Hala, dale una oportunidad al dibujo del plato, duérmete
rápido, los sueños no esperan, se van a la vez
con el primer segundo, dejando atrás las campanas ardiendo
el pasado.
Miro el teléfono
Brujerías, miseria y algo de platos voladores pasan
la aduana de entre los años,
también hay algún horóscopo que arregla
el hambre del mundo y limpia toda la miseria, mientras la
conciencia colectiva sigue durmiendo tras la fiesta.
Y muere Guadalupe, muere Juanjo
mueren por la segunda vez, Fenoy, Elvira, Paca Aguirre, José
Luis, Vanessa, Juanjo de los recitales, Maxi Rey y cuantos
yo recuerdo.
por la quincuagésima vez mi hija y mi padre me saludan
desde los cielos.
Silencio, ni siquiera los sueños se atreven.
Duérmete cielo en mi tremendo duelo.
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