Te vi, siempre rondando mi calle,
                      insolente, espiando mi alma. 
                    Intentabas calzarte las botas 
                      que mis pies aferraban al suelo.
                    Y fundiste en mis guantes, tus manos, 
                      descarnando mis poetas alas. 
                    Y mis pulsos, latían sin freno,
                      con las letras, presas en tu aliento. 
                    Al principio, "musa 
                      caprichosa",
                      dabas luz, a mis albas primeras, 
                      dulces icores degustaban mis labios 
                      y dormía...libando ese néctar. 
                    Y mis versos, afluían, dulces, 
                      sin la sombra de más sentimiento 
                      que el amor, la amistad y la vida, 
                      sin pensar en el fin del momento. 
                    Mas...de pronto, 
                      tomó fuerza el viento 
                      y agitó mis arterias, sin duelo 
                      y la calma, se tornó desdicha 
                      y cambió la bondad de mis versos. 
                    Después, todo te pareció poco 
                      y robaste mi pluma de nácar...
                      por fortuna, me la devolviste 
                      en tan solo un suspiro del alba. 
                    Pero, ahora , pasados los años ,
                      mis poemas, son de sangre y fuego 
                      y tú, Erato, me inyectas la savia, 
                      como siempre lo hiciste en mis sueños. 
                    Y al final , me apresaste sin duelo 
                      y me llevas por tus derroteros, 
                      con los versos, cual bellos diamantes,
                      para siempre ... luciendo en mi cuello.