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Le
dijeron que no era válido. Que con su "problema"
no sería capaz. Le dijeron que estaba roto, y que algo
roto, no tiene fuerza.
Y él lo creyó.
Y terminó de romperse.
Pero entre esas grietas humedecidas por el dolor, empezó
a brotar la calma. El desahogo de quién rompe y vierte
lágrimas. Entre esas grietas húmedas creció
un leve musgo que terminó siendo fértil y dando
lugar a nuevas ideas sobre cómo hacer aquello que necesitaba.
Le dijeron que no era válido.
Pero él demostró que era igual de válido
que el resto, aunque tal vez, su forma de hacer las cosas
fuese diferente. Sus esperanzas crecieron como una espiga
de trigo verde que, llegado el momento, se dora bajo el sol
dando su fruto.
No solo era válido.
Era fuerte y un superviviente, capaz de afrontar la vida,
a pesar de la multitud de grietas que conformaban su alma.
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