Solidificación
de la clepsidra y desvanecimiento de los elementos corpóreos |
Sudan sombra las grietas sobre el agua:
tierra diluida, ensangraje de mariposa ensombrada,
entre los árboles con frutos de sólida lluvia;
de ámbar dulce (esfera blanda) amordaza: fragmento
de infinito:
medida gramal en las ventanas cerradas, las macetas cayendo
sobre las aceras,
(desplumándose) desde el quicio, veinte metros arriba,
flotan
en la bruma de la luz, dentro, en la cornisa del mundo
que se despelleja, y llaga la oscura niebla de su piel,
la esfuma, la desgrana en mojadas piedras, en destintadas
figuras
de hielo no cromo, líquido hielo plata donde los ancianos
lavan sus manos,
riachuelo negro, cortadura, estela en el espeso almíbar,
en el reflejo
del tabique que delinea la fosa, la pupila hacia el laberinto
entre dos espejos ensalpicados de sangre, donde se
desdobla el cuerpo,
entre banquetas y edificios, parajes verduzcos dentro, en
el tumor invisible del escroto
untados de saliva sucia, amarga bilis, donde el sonido de
los trenes
y los ojos que se abren en las hojas, se desprenden
—y suspendidos— en el infinito detrás de
los ojos, permanecen,
destrozándose en los puños contra el humo endurecido
del dolor
o en el pensamiento grave, táctil del puñetazo
contra el pómulo del resignado a muerte
en la tristeza de la tierra por los árboles de frutos
secos, o en la silla arrinconada,
la ventana abierta, la soga atada en la viga, o el mar encerrado
en un marco de piedra,
en la bóveda de tijeras rotas y navajas viejas, sin
filo las orillas, donde el oleaje del tirol,
sucio, sobre el cuerpo yaciente en el suelo de mugroso mármol
ocre
y los pasadores enredados en largas cejas blancas, la pared
cascajo oro, la puerta
rota a martillazos, el espejo pulido con manos de niños
muertos
y serafines de madera, son ojos de vidrio mirando la porcelana
en los tobillos de las muñecas, vestidas de encaje.
Y las figuras indias,
adornadas de grecas rojizas y metálicas, vivas, inmóviles,
junto al cráneo de la mortaja
—de algún anciano asesinado a pedradas por los
seres que le rodeaban
y le prefirieron lejos para despojarlo de sus pertenencias
(y ahora nosotros somos su familia) aunque sea sólo
un cráneo—
se desploman, aquí, junto a las hojas de libros que
se desmoronan de la torre del librero,
junto al reloj roto, no las manecillas, sí el hierro
de esa torre leva que detiene el tiempo
y se deshidrata entre brazos de coyunturas astilladas, donde
todo se demuele,
se resquebraja, se vuelve gota, y el salero de pimienta negra,
la mesa de cristales raídos,
el foco —encendido— (todo) se despinta, se despulpa
en olores
se dilata, se despercude, (todo) se descuaja en los tendones
del triángulo cerebral del titiritero, se demuelen,
los hematomas entre las uñas
la hinchazón de las cutículas alrededor de los
rasguños, el ardor de pómulos, se despedaza;
las rodajas secas de los ojos, los nudos en la espalda, los
nudillos en el cuello
la costilla enjuta, el páncreas (la bóveda pancreatora,
o pancreática) todo
se expande (todo) se acircula, en el lienzo de cuero,
en el epidérmico papiro
se agolpa, en la nimia comisura o en la cutícula invisible,
en el cartílago endurecido, todo se muele, se amolda,
en las ranuras
o deltas, en las radas o estuarios, en las cartografías
musculares,
en los desiertos óseos o en los desagües de sangre,
en la tesura —tensa— de los nervios,
todo se derruye, se constriñe, se desclava,
se deslía la dureza de los nódulos,
el desconocimiento de los túneles —en la casa—,
o la destrucción
de los relicarios, se despierta, todo
la forjadura del hierro, el tejido de arneses que (de)forma
el cordón
con el que damos cuerda a la maquinaria del tiempo
todo se funde, se amalgama,
la página destruida, el polvo de las estatuas,
todo se desgrasa, el follaje de las bestias en medio del asfalto
se despeina, y el lomo capilar de los ahogados se diluvia,
todo se vuelve níquel, agua dura
que golpea la cara
(todo) los muros, los ángulos del techo,
el encerrado muro, la cúpula del cráneo, las
lozas —la pija en la loza—
la silla rota en el suelo, la mesa, el tablaje del piso, las
cuarteaduras, todo lo que es
todo lo hay, todo a mi alrededor
—se descompone—
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Poemas seleccionados por el poeta ©
Andrés Cisneros, elegidos por él, para su
publicación en la revista mis Repoelas:
Clepsidra
La locura
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