NOCIÓN
DE LUGAR |
Es difícil dejar la vista quieta
sobre porción o espacio: sobran ruinas.
Delante de los ojos aparecen
vastas demoliciones y recintos
capaces de albergar toda la herrumbre.
Sucesivos despojos alojados
como prolongación de la ceniza.
Ladrillos, escayolas, cajas, muebles
destinados a nada, sola esencia del polvo.
Esos restos son todo lo que cabe esperar.
Son el neutro paisaje que revela lo opaco.
Su luz suma destellos
de sol sobre los vidrios
(a veces fragmentados en el suelo,
sobre los muros coronados otras).
Su olor, muy denso y fétido.
Parecen soportar sobre sí mismos
una abstracta conciencia de la muerte.
Sobre ellos se suceden
vestigios de batallas,
remotas circunstancias de lo humano,
aires, también, de término.
Edificios vacíos habitados por nadie
y para nada al cabo construidos:
Casas ya desprovistas, desde su mismo origen,
de memoria.
Puro
tiempo semejan:
sin antes ni después a donde asirse.
No siempre su lugar son las afueras.
A veces son el centro al que se ciñe
el errático rumbo del viajero,
del paseante que recorre solo
una ajada ciudad
del fin de Europa.
(De
Ensayando círculos)
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