A veces encuentro
a ese bañista gordo en los armarios
como una soledad o
una frontera
como un adverbio quieto
esperando el idioma donde ser
y lavarse
Está bajo la ropa amontonada
junto a la naftalina
con su caja de cobre entre las manos
atesorando el tiempo
de un rostro colectivo que reclama palabras
aunque perdió el color
no ha aprendido a dormir
porque es sueño la muerte
pero sabe esperar
a la próxima ola
con la mirada plácida
de quien se ahogó hace tiempo
Él llegó
Yo regreso al legajo del cuerpo
para indagar sus signos.