Después
del sol,
el calor de mis manos
renueva mi cuerpo.
Veo tu risa caer al vacío,
y sé que mañana será un día
extrañamente dulce,
extrañamente quieto.
Las tardes están aprendiendo
a silenciar mi deseo.
Te cedo mis besos,
como una fianza
un modo de desfallecer
hermoso y digno.
Siempre quise
entregar las armas,
arrojar las toallas del ajuar,
romper todas las barajas,
hacer un boquete
en el corazón del tiempo.
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