Estás
hecha de tierra
porque al morderte
inundas mi boca de campos
húmedos, de días de lluvia
pasados como aquellos de infancia
y playa –mi madre en una mano,
mi padre en la otra-.
Estás hecha de tierra
porque sabes profundamente
a real e insoportable vida,
y mi cuerpo se comba y te busca
junto al suelo, allá abajo
en el murmullo ávido que dejaron
tus pies, el roce de tus talones
consumidos, las suelas de tus zapatos
gastadas que pasean de aquí a allá
sin dirección. Como un rayo,
como una descarga brutal
que recorre el espinazo
entraste en mí para hacerme tierra
y ahora vivo allí,
arrodillado, donde comen
los perros, buscando
el olor exacto de tu piel. |