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La belleza también tiene su tiempo.
Debe ser esperada,
como el amor, la lluvia, la cosecha o la muerte.
Igual que todo aquello
que es más alto o más hondo que nosotros,
la belleza no quiere apremios. No acomoda
sus pasos a los nuestros. No desciende
a nuestro tiempo. Igual que todo aquello
más ligero o más claro que nosotros.
¿Qué podemos hacer, salvo esperar,
acechar, estar atentos a los signos,
como quien mira al cielo
y espera la tormenta?
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