Al principio, le costó procesar la información,
y por ello, su interlocutora tuvo que repetir la historia
completa por segunda vez. Su nombre era María, y se
conocieron hacía veinte años, cuando ambos eran
aún jóvenes y tenían toda la vida por
delante. Jorge siempre había recordado la noche que
pasaron juntos, llena de promesas de futuro e ilusiones compartidas,
como una de las mejores de su vida. Pero el destino no tenía
pensado para ellos un futuro en común, y después
de aquel encuentro no se volvieron a ver nunca más.
Lo que Jorge no sabía es que a partir de aquel día
la vida de María cambió radicalmente. Y ese
era precisamente el motivo de la llamada. Aquella mujer de
la que prácticamente no sabía nada se había
comunicado con él para informarle de que era padre,
y más concretamente, de que desde hacía dos
décadas tenía una hija llamada Sara. Por aquel
entonces, ella había comenzado la universidad y el
criar de una hija hubiera destrozado todos sus planes de futuro.
Por eso decidió, desde un primer momento, dar al bebé
en adopción y de ese modo tampoco tenía mucho
sentido informar al padre. Hacía poco, sin embargo,
que la pequeña Sara, ya convertida en mujer, había
logrado encontrar a su madre biológica y comenzado
una relación materno-filial con ella. La curiosidad
por saber quién era su padre no tardó en llegar,
y por eso fue por lo que María se puso manos a la obra
en la búsqueda de ese amante al que hacía tantos
años que no veía.
La pregunta era si Jorge quería o no conocer a su hija.
Lo pensó un rato, se imaginó como sería
su vida sabiendo qué había una persona en el
mundo que provenía de él y que llevaba su misma
sangre. Su vida cotidiana se vería afectada de un poco
que él no sabría encajar, seguramente, tan acostumbrado
como estaba a vivir en soledad. No tenía que dar una
respuesta inmediata pero él le dio: “No, gracias”.
No tenía ningún sentido, a estas alturas de
su vida, el comenzar una relación con una hija a la
que no conocía y tampoco tenía ganas ni energías
para ello.
La mujer al otro lado del teléfono se quedó
sin palabras. Aunque no podía prever como respondería
Jorge, sí que en su interior pensaba que obtendría
una respuesta afirmativa, en otro caso no se habría
molestado en realizar esa llamada. Sin embargo, tenía
que respetar la decisión del hombre, así es
que se despidió deseándole un buen día.
Jorge colgó el auricular y se sentó en su sofá
preferido mirando fijamente la pared que tenía enfrente.
No se arrepentía de su decisión, al fin y al
cabo, él era un solitario. |