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SOFÍA GARCÍA
 
Hay muchas personas en el mundo que no tienen amigos ni familia y se sienten muy solas en el mundo.

Ese era el caso de Jorge. Vivía sólo en un piso que heredó de sus padres, que era demasiado grande para una sola persona y con demasiadas cosas que reparar para alguien con un sueldo de funcionario. Trabajaba en una delegación de hacienda, ocho horas al día, y después del trabajo se pasaba por el supermercado para comprar la cena de cada noche. Después de unos años se cansó de cocinar para él sólo, ya que siempre compraba ingredientes de más o preparaba más comida de la que él podía aprovechar y siempre se le echaba a perder. Tenía pocos amigos y con los compañeros de trabajo tampoco se llevaba demasiado bien, ya que él era de los más veteranos y todos, debido a su carácter huraño y reservado, le temían de algún modo. Tampoco se había preocupado mucho por Buscar pareja, simplemente no sintió nunca esa necesidad de amar y ser amado.

SOLITARIO
solitario
Los días pasaban sin que ocurriese nada especial. Cumpleaños, días de año nuevo, vacaciones de verano… las celebraciones que para el resto eran motivos de alegría, para él eran días normales, sin ningún interés especial.
Su vida era una monotonía gris hasta que un día recibió una llamada telefónica.
hablando por teléfono
Era una voz femenina al otro lado de la línea. Tenía un tono firme pero alegre, lo que le hizo pensar que quizás era una vendedora que intentaba ofrecerle algún producto que no necesitaba. Ya estaba dispuesto a cortarle cuando escuchó las palabras“hija tuya”.
Al principio, le costó procesar la información, y por ello, su interlocutora tuvo que repetir la historia completa por segunda vez. Su nombre era María, y se conocieron hacía veinte años, cuando ambos eran aún jóvenes y tenían toda la vida por delante. Jorge siempre había recordado la noche que pasaron juntos, llena de promesas de futuro e ilusiones compartidas, como una de las mejores de su vida. Pero el destino no tenía pensado para ellos un futuro en común, y después de aquel encuentro no se volvieron a ver nunca más.

Lo que Jorge no sabía es que a partir de aquel día la vida de María cambió radicalmente. Y ese era precisamente el motivo de la llamada. Aquella mujer de la que prácticamente no sabía nada se había comunicado con él para informarle de que era padre, y más concretamente, de que desde hacía dos décadas tenía una hija llamada Sara. Por aquel entonces, ella había comenzado la universidad y el criar de una hija hubiera destrozado todos sus planes de futuro. Por eso decidió, desde un primer momento, dar al bebé en adopción y de ese modo tampoco tenía mucho sentido informar al padre. Hacía poco, sin embargo, que la pequeña Sara, ya convertida en mujer, había logrado encontrar a su madre biológica y comenzado una relación materno-filial con ella. La curiosidad por saber quién era su padre no tardó en llegar, y por eso fue por lo que María se puso manos a la obra en la búsqueda de ese amante al que hacía tantos años que no veía.

La pregunta era si Jorge quería o no conocer a su hija.

Lo pensó un rato, se imaginó como sería su vida sabiendo qué había una persona en el mundo que provenía de él y que llevaba su misma sangre. Su vida cotidiana se vería afectada de un poco que él no sabría encajar, seguramente, tan acostumbrado como estaba a vivir en soledad. No tenía que dar una respuesta inmediata pero él le dio: “No, gracias”. No tenía ningún sentido, a estas alturas de su vida, el comenzar una relación con una hija a la que no conocía y tampoco tenía ganas ni energías para ello.

La mujer al otro lado del teléfono se quedó sin palabras. Aunque no podía prever como respondería Jorge, sí que en su interior pensaba que obtendría una respuesta afirmativa, en otro caso no se habría molestado en realizar esa llamada. Sin embargo, tenía que respetar la decisión del hombre, así es que se despidió deseándole un buen día.

Jorge colgó el auricular y se sentó en su sofá preferido mirando fijamente la pared que tenía enfrente. No se arrepentía de su decisión, al fin y al cabo, él era un solitario.
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Página publicada por: José Antonio Hervás