De cerca, sin embargo,
era PaloAncho el encargado de marcar las diferencias. Todo
el bosque parecía girar en torno a él, grave
y serio, rodeado de convecinos que respetaban su edad. Fue
AltoyDelgado quien dio la noticia. |
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Se cimbreó
ligeramente, agradecido a la brisa, para susurrar en las hojas
de su compañera el mensaje que todos anhelaban compartir.
Llevaban largas semanas expectantes por los acontecimientos.
Nunca conocieron dos veranos seguidos tan largos, sin descanso
ni pausa para sus fatigados troncos. Primero, comenzaba el
humo levantando nubes redondas y cenicientas sobre sus copas.
Luego, venían las despedidas de sus hermanos.
El encinar de Loma Llana ya había desaparecido el año
anterior. Y también el Robledal Centenario y las Hayas
Bellas descarnaron, asomando solo sus puntas negras, la ladera
de Montaña Blanca que ahora, desde el Acebal Solitario,
temeroso, ofrecía su agreste tristeza al desolado paisaje.
Los eucaliptos se estremecieron nuevamente, unos con otros,
alarmados por el oscurecido cielo, salpicados por el hollín,
por el amenazante crepitar... TalloEsbelto abrazó el
cuerpo de BuenaSavia, acurrucaron sus ramas, besándose.
Contemplaron amorosos los brotes nuevos que nacían,
verdes, y los retoños que a su lado ya crecían,
juntos. Dejaron resbalar sus lágrimas sin piedad, sin
compasión, irremediablemente. Y lloraron, lloraron
ante el inminente final...
Tanto y tanto lloraron que al despertar de aquella mañana
se dieron cuenta de que llovía. Irremediablemente llovía.
La lluvia se había unido a su honda pena con su lamento
de salvación. Los árboles lloraron y la lluvia
caía...
Era un bosque, diríase que unido si uno se iba acercando...
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