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CURANDO LAS HERIDAS CON LIMÓN

Cierto día esperaba el tren que me llevaría desde Aguas Calientes, la población que está a un paso de Machupicchu, hasta el Cusco. A lo lejos se escuchó un silbato estridente cuyo eco rebotó entre las montañas gigantescas que encauzan el río.

Apareció la locomotora, dando bocanadas de vapor, seguida de los vagones atestados de viajeros. Los pasajeros en tierra, temiendo no poder conseguir un asiento, se lanzaron en tropel hacia las puertas de los vagones.

Me envolvió un remolino de polvo, zapatos y maletas. Alguien me empujó por detrás y rodé por el suelo, sosteniendo mi mochila en una mano. La otra, me sirvió para amortiguar el golpe. Medio atontada, me levanté como pude antes que el maquinista lanzara el silbato de partida, conseguí subir al vehículo y aún logré un asiento vacío.
bodegón con limones
Recién me di cuenta de que la palma estaba malamente magullada, con varias heridas abiertas por donde salían hilos de sangre, con arenillas incrustadas dentro de la carne.
Me limpié la mano con un pañuelo. El dolor no me importó, podía aguantarlo. Lo que sí me preocupó fue el peligro de infección debido al contacto con el polvo. No disponía de mercurio cromo, ni de curitas, menos de un botiquín de primeros auxilios. Pregunté a los que me rodeaban, menearon la cabeza y me miraron con lástima. El tren seguía avanzando incansable, siempre a la orilla del río. Rebuscando la mochila encontré algo que me devolvió la esperanza: dos limones, mis fieles compañeros de viaje. Estaba salvada. Generalmente los uso para combatir el mareo y también para componer el estómago (mezclado con agua) de alguna comida pesada. Pero esta vez iban a tener otro uso. Primero apreté uno de ellos hasta que se suavizó, de esta manera suelta todo el jugo. Abrí un hueco en el medio, e hice gotear el jugo ácido sobre la palma herida. Me mordí los labios para no gritar. Luego limpié con el pañuelo los restos sanguinolentos. Con cuidado, saqué las arenillas más grandes y eché más limón. El ácido cítrico contuvo casi de inmediato el sangrado. Esta operación la repetí algunas veces y cuando llegamos al Cusco, ya mi mano estaba bastante mejor, en pleno proceso de recuperación. No se me infectó y ni siquiera tuve que usar curitas ni mercurio cromo. El limón es pues excelente para este tipo de heridas superficiales, es bactericida natural (mata los gérmenes) y tiene propiedades coagulantes. El contacto con el aire es lo mejor para acelerar la curación.
(Relato publicado originalmente en el blog de Marissa: unpocotondetodo.blogspot.com
Relatos de Marissa Tamayo
Curando las heridas con limón


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Página publicada por: José Antonio Hervás