Porque la vida no es noble,
sobre las hojas de su para siempre perdida arboleda escribe
Rafael Alberti como, tras la lectura de los romances neogongorinos
y los primeros dramas, las actrices (Membrives, la López
Heredia & Cía.) se reían a carcajadas de
Federico García Lorca. Porque la vida no es buena,
en la intimidad de unos aseos públicos el viento hombrón
Luis Buñuel le preguntó insultante si él
era maricón o qué; años más tarde
Salvador Dalí cubriría de injurias el cuerpo
indefenso del amigo huido, muerto, fusilado. Ambos, pintor
y cineasta, sus amigos, calificaron como mala la poesía
del poeta granadino y le apodaron el perro andaluz.
Y están también las palabras de un fatigado
Jorge Luis Borges, tristemente repetidas ad infinitum. Porque
la vida no es sagrada, el saludo sin respuesta y la mirada
homicida de José Antonio –cubierto por gasteril
tropa de niñatos– en el ruedo ibérico
de un café madrileño regentado por las Parcas,
perfumados de muerte. Y la delicadísima Margarita Xirgu,
que en el asiento delantero de un coche no comprendía
–ella, oscura magnolia-- la locura tierna y febril,
exasperada, de un teatro milenario. Porque la vida no es noble
ni buena ni sagrada, el poeta nace asesinado. |