Cayó el quinqué y se encendió la lámpara.
Se rompió los labios.
La sonrisa pálida de pálida linda.
Levantó los ojos cuarteados.
Mundo y persianas. Silencio de sábanas.
La puerta rota. Calla, calla…
El espejo de plata.
Un corazón veneno, veneno, veneno
lamió las heridas.
El viento limpiaba su rostro. El viento…en su pelo,
en su cara, en sus notas.
Solo, sol, sol.
Y nadie la vió. Y nadie quiso decir nada.
Nadie.
Y nadie de su miedo corriendo escaleras,
recogiendo manitas, alisando faldas.
Nadie quiso saber…
Dicen que las sombras hablan.