Búscame en la noche que nos separa.
En las manecillas arrancadas del tiempo
y la muerte de los nervios
antes antes antes
que posiblemente
nunca nunca nunca nos veremos.
Y se hace tarde, la noche avanza
y el sueño viene como un elemento más
que te lame la mente.
Es la noche que nos lleva,
nosotros no estamos apenas.
Hay estrellas y hay un sótano
dónde entre aguas subterráneas
nacen otras nuevas y esperan.
Pienso- te.
Y de día, si no fuera por la luz
las ideas recurrentes te disiparían...
(Las estrellas ya no se acordarán de ti.
Mi mirada se perderá en la distancia.
Tu sonrisa es un cristal donde reflejarme, hoy y siempre.)
Las estrellas ya no se acordarán
de quienes nos venden o nos amaron.
Mi mirada no se perderá
en melodramas temporales
o desdenes injustificados.
Tu sonrisa en un espejo hoy,
solo reflectará frialdad, despecho
amargo sabor, dentro de tu orden esquemático.
De tu clasificación denominada inclemencias.
Pero verlo claro, o no verlo, mejor
que perderse en oscuros
pasillos mentales.
Hoy y siempre,
o tal vez sea
un ahora.
Acaso es la historia de los últimos solitarios.
Y (.)
Mi nombre es el de todas las mujeres,
el de los desconocidos y los nómadas,
el apellido de todos los géneros.
La ruina que mantienes en los posos de tu alma,
tu miedo, tu ausencia, el paso siguiente, inseguro.
El equilibrio recuperado,
la antítesis de la razón, la hiel,
las hostias sin consagrar, los establos
donde fornican los deseos irredentos.
La noria de tu pasado
y el caudal de tu presencia.
Lo inhóspito de tu ser
en conjugación con mi esencia más abstracta.
Tú
yo.
(.)