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El
fuego nunca queda saciado con la leña
ni el rico con su dinero.
Eso venía a decir un santo en la Edad Media,
esa edad en la que ardían
las hogueras criminales de la ignorancia.
Quién escribe sabe que las palabras
jamás van a saciarle.
Por eso sigue escribiendo. Incluso si las palabras no llegan...
Quién escribe arde con un fuego
que le consume sin llegar a quemarle.
Aunque sus textos sean ceniza.
Aunque sus ideas no prendan lo suficiente como para iluminar
la noche.
Escribir es encender la leña seca
que todos tenemos
y soñar entonces con esas llamas.
Desde que vivíamos en las cavernas conocemos el secreto
del fuego.
Quizás porque las llamas habitaban en nuestro interior.
Hoy tenemos el deber de incendiar la historia en una de sus
páginas,
por ejemplo, en la nuestra...
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