Las horas destiladas; en pétreas vasijas,
y la niña se pasa; vertiendo su ternura,
en cartas de ilusiones; ocultas en cobijas,
tesoros florecientes; con pizca de dulzura.
La niña mira el tiempo; por áureas rendijas,
que ve en sus pensamientos; teñidos de frescura,
y los segundos caen; en límpidas sortijas,
que la niña utiliza; con su grácil lindura.
Y los minutos brillan; en la paciente espera,
de la niña sonriente; la cual juega en su estancia,
de miles de colores; con su mágica esfera.
Y el tiempo con sus huellas; repletas de distancia,
le anuncia la princesa; que su silente espera,
termina en alegría, con plácida fragancia.