Conozco bien a esa gente.
Gente nublada que se detiene
a contemplar el mundo
en los estanques de octubre.
Gente a la que le resbala
la miel de cualquier verso.
Impermeables, serios,
caminan seguros por el territorio
de cualquier circunstancia.
No titubean, jamás se les despeina un solo gesto.
Asisten a sus días, convencidos.
Se sientan en las gradas
a celebrar los goles de su equipo.
Aplauden en los teatros
como si hubiesen entendido.
Acuden con devoción a las urnas.
Ciegos de curiosidad, mancos de conciencia.
Fieles siempre a sus finales
porque nunca tuvieron principios.
Es gente ceniza, espuma,
bisagras que oxidan la convivencia.
Gente que necesita rodearse de gente que se le parezca
para no ponerse nunca en duda.