Duele mirar la tarde lluviosa,
como se retuerce el universo
en su ensangrentada mortaja
sin atajos en infinita procesión.
¡Por qué es penosa la vigilia!
me estrangulan las horas en la cruz
y la derrotada tarde deshilacha mi pena
en las cuerdas de un vetusto laúd.
No puedo sostener éstas auroras
en mis manos desiertas,
ni encender hogueras infernales,
ni callar lágrimas polvorientas.
Quisiera desgranar ésta tristura en una poza.
No puedo con este maldito silencio;
irrumpe con su grito mi silencio en silencio.
¡No me deja gozar de mi agonía!
¡Ay de mi lápida ausente,
una tarde de angustia
habré muerto, antes
que la muerte naciera!