Hasta los lirios saben que Mozart no escribió una
sola nota.
Se limitó a copiar el sonido de la lluvia y a reírse
a hurtadillas de la pigmentación de los tulipanes.
Por las noches se disfrazaba de Guardia Civil con tricornio
y fusilaba por la espalda, a sangre fría, los engranajes
de las sonatas para piano como un verdugo de los charcos.
Aún así tuvo la suerte de tocar en Mantúa
ante el conde de Arco
con la mirada siempre fija en los esmerilados cristales
de palacio.
Mientras caía la lluvia, perpendicular al vidrio,
plagiaba con su mano el estallido del agua, con los visillos
descorridos.
El muy canalla se preparaba una ópera para asaltar
con aullidos hard rock a los asistentes.
Nunca tuvo piedad por nadie y dicen que fue un genio.
Su hermana Nannerl siempre fue buena esposa. Jamás
aspiró a nada.
Vivió en Salzburgo y regaló a su padre un
sobresueldo para la crianza escarpada de los erizos.