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                Tengo las emociones 
                    tatuadas en el cuerpo. 
                    Tengo LAS EMOCIONES, en mayúscula, 
                    tatuadas en el cuerpo. 
                    Después de una convicción irreverente, casi 
                    enfermiza, quedó escrito. 
                    Quedó reflejado. 
                    Inyectado. 
                    Con tinta y no a fuego, pero sí a conciencia. 
                    Tengo unos párpados que yo imagino con iris azulados 
                    y una lagrimita dibujados en el 
                    antebrazo. 
                    Me recuerdan a tus ojos azules y a otros muchos, mucho menos 
                    importantes pero 
                    también con semblante celeste. 
                    Como en la escala de Mohs.  
                    Un azul egipcio, 
                    topacio, turmalina, Bombay Sapphire con 
                    algo de cobalto y de polonio. 
                    Y lo del polonio no lo digo por el color. 
                    Hago referencia a la Cattana como si no tuviera las estanterías 
                    llenitas de libros de poemas. 
                    Tengo todos mis libros de poemas al fondo a la derecha. 
                    Hacen que sea consciente de donde estoy y lo que han visto 
                    estas cuatro paredes. 
                    Me sostienen y hacen que fluya la inestabilidad al avanzar, 
                    poco a poco. 
                    Mi lagrimita me recuerda que llorar es bueno, es sano, es 
                    sincero. 
                    Porque proviene de algo que es mucho más grande que 
                    yo, y que nadie. 
                    Que todos los que me dicen que qué llevo tatuado en 
                    el brazo. 
                    Si ellos supieran. 
                    Esa lagrimita es todo y a veces es la nada. 
                    Todo surge de ella, y quieren que lo explique en una frase. 
                    Que no, que no se puede. 
                    Mira, esta lagrimita es la vida, y el llanto, y para mí 
                    la consciencia y la madurez que 
                    significa tener que verla todos los días y a casi todas 
                    horas. 
                    A veces me molesta. 
                    Me recuerda que tengo que estar presente y no dejar de pensar 
                    en tener que estarlo. 
                    Es agotador. 
                    Y veraz, y espontaneo, y sobre todo, leal. 
                    Y por eso a veces me parece inoportuna. 
                    Está ahí, siempre. 
                    Como señalándome cada sentimiento no procesado 
                    del todo. 
                    Sacando la puntilla. 
                    Está ahí. 
                    Para mí. 
                    Y para todo el que se atreva a preguntar con tiempo de recibir 
                    explicaciones. 
                    Y aun así me atrevo a decir que quizá haya sido 
                    un error. 
                    Que el diseño, el grosor, el puto antebrazo derecho 
                    que, sorpresa, lo uso para 
                    absolutamente todo. 
                    Me atrevo a dar paso al arrepentimiento. 
                    Yo, que tengo LAS EMOCIONES tatuadas en el 
                    brazo, y gracias a ello, en el pecho. 
                    Esti, nena, que ya eres más de lo que eras, si todavía 
                    cabe: la ira, el miedo, la tristeza, el asco. 
                    Que eres capaz de sentir y de aguantar. 
                    La sorpresa y la felicidad en las que te sabes Cum 
                    Laude y no quieres dejar de emanar, 
                    de sentir y de perforar en cada parte de tu cuerpo si te dejaran. 
                    Si tú misma te dejaras. 
                    Como siempre, mi niña, porque es la parte que me toca, 
                    te confieso que has elegido la mejor opción. 
                    Irradias luz y te expandes como el cielo, y todo gracias a 
                    una lagrimita, que como los 
                    poemas, queda manifestada, como un puto manuscrito que tú 
                    solita has creado: 
                    significado y moral. 
                    Paz y tiempo. 
                    Consciencia y veracidad. 
                    No te atrevas a arrepentirte, ya has concebido una idea y 
                    algo mucho más fuerte que un 
                    solo esbozo: has forjado a hierro emociones sinceras con un 
                    toque de poesía. 
                    No te atrevas a arrepentirte. 
                     
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