El monstruo, a veces,
se disfraza de payaso
por carnavales de hambre o miedo
y se va a recorrer auroras
con su sonrisa de revivir las sangres
de los abismos.
Es entonces
cuando se hiela la furia
y los burdeles se tornan grises;
cuando el corazón
de las oropéndolas naufraga
perseguido por odios azules;
cuando el mar
ya no sirve para revestir sonrisas
sino para ahogar tristezas
de dolor y lucha.
El monstruo sin labios
alardea
de canciones sin futuro
para masacrar el aire,
rompe los ojos
de los vagabundos caídos,
burla-rompe-ve
la avaricia de la luz
que se esconde en las alfombras vacías.
El monstruo, a veces…