Subiremos al monte de la mirra,
                    Llegaremos al monte de la mirra
                    y el incienso, plantaremos cedros
                    y acacias, olivos y mirtos,
                    En vez de ortigas, cortaremos
                    las malas hierbas, y recogeremos
                    casias, corandros, mandrágoras,
                    la flor del áloe, por el sendero.
                    Después de atravesar la encrucijada,
                    Vencido el basilisco y el erizo,
                    Lanzados los carbones
                    Sobre la cabeza del enemigo,
                    dulcificado el ajenjo de sus palabras,
                    el azufre y sus tormentos del Averno,
                    muerto el áspid, tomaremos el bedelio,
                    y nuestras almizcleñas manos
                    de sahumerios, incienso y mirra
                    rociarán las casas de los nuestros,
                    las casas de nuestros antepasados,
                    las siete letras de nuestros nombres.
                     Subiremos al monte de la mirra;
                      La serpiente cornuda, Cerastes,
                      desaparecerá bajo los cascos
                      de los caballos guerreros
                      con la estrella del Norte, Venus,
                      y la visión del último cometa,
                      augurio de los buenos días para el viaje.
                      Se llenarán los barriles
                      Y lagares de vino nuevo,
                      no habrá más condenas y destierros,
                      sellaremos de amor las siete puertas
                      que conducen a los siete palacios
                      que nos llevan a las nueve letras
                      de la palabra sabiduría.
                    
                      Durante los siete días del viaje
                      hacia la cima del monte
                      donde el mirto se sucede al cedro,
                      construiremos la gran ciudad,
                      sobre tu brazo derecho, amoroso,
                      y no cederás ni lo darás a torcer
                      nuevamente; ya has templado las armas.
                      Crecerán las rosas en las rosaledas,
                      El trigo será abundante para el pan,
                      Y el gallo cantará en el séptimo día
                      Para anunciar el fin de las adversidades.
                    Lejos de la estúpida malicia
                      el ciervo y la gacela vencerán
                      al cuervo y al milano,
                      al gavilán y al puerco espín.
                      Lejos de las aves rapaces,
                      de los lobos del mar,
                      de las bestias pardas y salvajes,
                      el león y la hormiga
                      vencerán al canto del grajo.
                      Lejos del desastre construiremos
                      las casas con las siete letras
                      de nuestros siete nombres.
                      Iremos al monte de la mirra,
                      llegaremos al monte de la mirra.
                     Siete veces siete caímos
                      bajo la encina milenaria,
                      y siete veces más nos levantamos,
                      y otras siete que crecerán
                      atravesando los calendarios,
                      las estaciones y los años.
                      Siete veces el Ave Fénix resurgió
                      de sus cenizas contemplando
                      con nuevos ojos el paisaje,
                      el extenso paisaje del mundo.
                    
                     Por el camino, nuestras oraciones.
                      Sobre tu brazo derecho, la sabiduría,
                      la firmeza y el amor.
                      En tu pecho, la belleza.
                      Sobre tu brazo izquierdo, la justicia,
                      inteligencia y esplendor.
                      Y no cederás ni lo darás a torcer
                      nuevamente; ya has templado las armas.
                    Después de las siete muertes
                      y las siete caídas de bruces en la tierra,
                      acabó para siempre la maldición de Sísifo
                      y volvimos al silencio.
                      Ahora, preparados para el verso,
                      llegaremos jubilosos al monte de la mirra.
                      Iremos al monte de la mirra.