Enero clava su frío en la carne
De los que fueron felices
Fugaces niños algún día
Hoy firmes
hombres fugitivos de sí mismos
Retenidos fósiles en un ámbar de recuerdos
Cuando todo cae como un derrumbe
Vidrios empañados
Roncas bocas y gargantas
Rotas anegadas de escamas
Cicatrices
Supurando atavismos sin fe
Entre los dientes de sierra
de la memoria
Un pelo largo en el lavabo sucio
Puede detonar la pena
La cuchilla que desnuda el mentón
Frente al espejo
Transfigura la extrañeza
De no reconocerse
En el taladro seco
De la mirada
Y a estas horas la playa
Se llena de muchachas muertas
Porque hay algo obsceno en el recuerdo
De sus risas blancas
saetas
Contra el cristal blando
Sílex que se acumula en el pecho
Como un himno de Novalis
Una araña se descuelga y mece
Desde la lámpara teje lunas amarillas
sobre párpados de esparto
Cuando la muerte ensaya
El triunfo de su escenario
La mano laxa sobre el sexo
Y un pellizco en los pulmones
Al respirar el aire denso
Y mientras tanto en las dunas
Siguen parejas follando
Como perros a la vista de la urgencia o ratas
En un descampado de coches
que muestran sus entrañas negras
Y no se dan cuenta
De que la cabeza pesa sobre la almohada
Hasta explotar como confetti
Y los putos vecinos no se callan
Intentando conjurar el miedo
Con imágenes que amasan
El último consuelo del viento
Hueco y demente siempre
O en los versos de Leopardi
El semen mancha la colcha azul de la infancia
Las sábanas blancas quemadas de sudarios
Transpiradas de nombres
transitadas
de cuerpos extraños y esclavos
Que el Infierno es sólo el tiempo
que me queda
Para poder olvidarla