Cualquier noche es buena para descubrir
En el Delfos transparente que hace brillar el vodka
O en el vaso que espera como un fanal de luz
La voz por apagar
la sed tal vez
de la memoria
O una senda nevada que conduce a espejos
Polvo en el espacio blanco que se abre
entre los muslos
desconocidos
de una mujer
Faro húmedo o viático
Falo comulgado en un ahogado sacramento
Que redima tibio de sus labios
la soledad compartida
o el engaño
Esteno sumergida ahora en el olvido
Pendiente Euríale o Medusa serpentean
Viscosas en el silencio estridente
Jadeos tras las puertas
que se pagan con la Visa en la penumbra
eléctrica y rosada de los clubs
Sin saber qué hacer para estar solo
Ariadna deshace sus bragas y marca
Con un hilo de calor
madre del vino
la vía que conduce eyaculada
a su Jordán de carne
Ella
Venus de Velázquez
no
de Canova
mármol frío
Alabastro translúcido de agua estancada
Piel blanca de Leia Organa en el tacto de nácar
enfurecido
Como Circe ocaso balbuciente
de soberbia
La tétrica diadema coronada
Ojos cejas y costillas
turbia
Risa roja tatuada de serpiente en labios tensos
O en altivas manos
nervaduras
Angostas de caricias y de espadas
Sobre algas
alas rotas
Perenne nada meta entre pedazos
Un puerto vacío
sin diques
al océano de cardos
Sobre el diván desnudo de los sueños
Sobre un diván adamascado de recuerdos
Almohadón de niebla como llaga
De un costado de navajas
punta airada
Sin quebrar rodillas hiel subida
Caña de líquenes al tiempo helado
Cristal de cuarzo con aristas en las curvas
sinuosamente blandas del deseo
Anclada con firmeza
como un quiste
De página arrancada de memorias
Y yo
borracho como siempre
levanto el cáliz que se escapa sacro al cierre
Viento seco en quillas herrumbrosas
Náufrago sobre el pecho
nido y sombras
Y la boya perforada en el neón
Pozo seco en el umbral de la garganta
Príapo desmedido o arrastrado por burdeles
Leandro en el Bósforo del tiempo huido
Orfeo vuelto hacia la nada
Mujer de Lot
tornada en sal
ceniza en polvo
para nunca