Sereno, sin prisa,
                      fue a la despensa
                      y había pan
                      ¡menos mal!
                    Sonrió, se sentó
                      y esperó,
                      regresaron y le vieron
                      allí sentado,
                      le sonrieron, lloraron
                      y se abrazaron.
                    Ese momento 
                      eterno en su memoria,
                      sirvió para olvidar
                      aquella barbarie
                      que ya había acabado.
                    A partir de entonces
                      comenzarían, sin nada, 
                      un camino duro
                      lleno de amor,
                      dolor y esperanza…