INTIMIDA el enigma inefable de tu
rostro.
Por eso concentro mis labios en la sabia escotadura de tu
cuello; siento como tu respiración se agita y te
estremeces con un temblor antes desconocido.
Sin palabras se enciende la fantasía. ¿Es
arena lo que arde en la areola de tu pecho? ¡Qué
voluble esa serpiente que abraza y acosa el instante inmortal!
¡Ilegible es la carne (des)vinculadora del mundo!