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Las jacarandas procesionan
con su morado manto
las avenidas de mayo y junio
anunciando la cánula,
y sus rigores.
Rivalizan con el humilde cardo,
exhalando su último aliento violáceo.
Mientras, el trigo blande su espada al aire húmedo
todo él pleno de algodones y cúmulos
vigorosos en un cielo blanquiazul atormentado.
Los tambores del cielo ofrecen su tamborada
alfombrando, las jacarandas,
el suelo de violeta con su desnudo.
Tomando su tocado, verde gala,
entran, jubilosas, por la puerta de julio.
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