Hace mucho, mucho tiempo, cuando en el mundo empezaban a formarse
los primeros rayos de luz, nació una mariposa en la
zona más oscura. Se llamaba Polelesa y era tan hermosa
que un pequeño rayo de sol se enamoró de ella.
La seguía a todas partes; la luz del pequeño
rayo iluminaba las alas transparentes de Polelesa dibujando
sobre ellas brillantes colores que la hacían el ser
más maravilloso de la tierra.
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La mariposa se acostumbró a que su tímido guardián
luminoso fuese tras ella continuamente y, con el tiempo, Polelesa
también se enamoró de él. No podían
estar separados el uno de la otra ni un segundo. Argikor,
que así se llamaba el haz luminoso, y Polelesa llegaron
a estar tan juntos que se convirtieron en un solo ser.
Y así, surgió la primera luciérnaga.
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