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Para cruzar enero
escribe ese poema
tan celebrado y limpio del amor
y del paso del tiempo y la distancia
que existe entre dos cuerpos
-este mío y el tuyo,
por ejemplo- que hablan, que se entienden
solamente en la lengua sagrada del silencio.
Para salvarse, apenas, de la noche.
Para escapar escribe.
Y a veces por inercia
y acaso porque hay cosas
que son inevitables
y a ratos porque sólo en el poema
puede hablarle a los dioses en su idioma
-quiero decir que escribe
como quien desenvuelve una oración-.
No busques más allá,
solamente hay un hombre viviendo como un hombre
y comprando manzanas y aceitunas
y papel de fumar.
Detrás de la escritura ya no hay magia,
si acaso desengaño o decepción.
Solamente hay un hombre a quien le cuesta
sostener la mirada de otro hombre,
que duda, que suplica.
Créeme,
no busques más allá.
Detrás de ese poema
no hay nada
que no hayas visto ya en algún espejo.
El poema está a salvo.
El poeta no existe.
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