EL SEIS
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Soy
un escritor que escribe bajo el seudonimo de El
Seis.Publico mis textos: En Sudamérica,
Centroamérica, Norteamérica, España e
Italia.
Soy un hombre universal, no pertenezco a ningún país
en particular.
Soy polígamo. Un gran bebedor de excelentes vinos y
exquisitos licores.
Y me encantan los oasis de mujeres desnudas.
Y me fascina que llueva lácteo materno, mientras se
esconde la luna... |
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TRIPOLAR |
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Soy un tipo extraño,
vesánico; me confieso partidario de la frenología.
Además siempre he considerado un hombre “precursor”
a Franz Joseph Gall, de la conducta humana, de sus múltiples
funciones, y maravillosas problemáticas. Un “elegido”
para buscar entre los “castillos de la ciencia”,
la escalera “escondida”, que sin duda, nos llevará
al conocimiento de la complicada mente. Aunque me gustaría
añadir en este espacio que, Gall, tiene o presenta ciertos
rasgos específicos (fácil de localizar) en su
testa, que lo ponen como una evidente víctima de una
terrible enfermedad mental. Y además presenta algunas
protuberancias craneales, y las medidas topográficas
de su cerebro (según un estudio realizado por el que
escribe), son por mucho las de un ser enfermizo y mórbido.
Estaba “bendecido” por un tipo de demencia, que
hace “pensar” a quien la padece: que él es
un ente sano y brillante e intelectual.
Las teorías “poéticas” de Jung, me
siguen causando un interés desmedido. Hasta he considerado
su trabajo más relacionado con la liturgia del arte,
que con el conocimiento de la razón humana. Su veneración
por la literatura budista y védica, es para él
hasta una forma especial de religión, salvadora del “alma”
personal y colectiva de Occidente. Es un buscador incansable
(tenaz), que se sumerge en la aguas cristalinas (“sacrosantas”)
de Buda, Brahma, Vishnú, Kali, Rama, y demás,
(corrientes orientales). Donde cree encontrar: una sanidad mental
(“eterna”), llena de mantras, yoga, que puedan llevar
al hombre si no a la “iluminación”; si cuando
menos, a la “normalidad” psicológica.
E inclusive me considero un freudiano clásico, con todas
las ventajas o locuras que conlleve esta aseveración.
El trabajo psicoanalista de nuestro estimado Sigmund, es en
verdad la mejor “obra literaria” que jamás
haya leído. Está escrita en una bella prosa críptica,
simbólica, alegórica, que hace que cualquier ávido
lector, llegue al clímax intelectual y estético
al leer cualquiera de los libros del insigne “padre”
de la psiquiatría moderna.
Desconfío de los nuevos teóricos del psicoanálisis,
de sus métodos inconclusos, y hasta de su capacidad personal,
para llevar a cabo semejante empresa. También señalaré
que han perdido su alma “artística”, y se
ahogan en el mar del eclecticismo. La mayoría no se atreve
o no puede realizar un trabajo “completo” o general
de la psique, con los riesgos que esto implica. Seres amorfos
que no se aventuran (o se comprometen) de forma seria y formal,
a buscar otros caminos, otras vías, para rescatar la
salud del “espíritu”, “alma”,
que se encuentra atrapada en la celda de la sin razón.
Tengo una tendencia (agrado) clara y precisa por ciertas etapas
específicas de la “maldita y/o bendita” antigüedad.
Además me intereso (de sobremanera) por algunas circunstancias
de los individuos, donde éstos, se encuentran atrapados
en su mayoría… en el siguiente status: La locura
funcional; y por una selecta minoría, que ha sido “iluminada”,
por eso que llaman la demencia, desvarío, delirio, y
hasta han llegado a recurrir (para señalarlos) a la expresión
cruel y despiadada: Vesania.
Yo soy un claro ejemplo de un desquiciado, muchos “estudiosos”
de mi conducta me han diagnosticado con este título y
algunos con epítetos de mayor “relevancia”.
Mis gustos son de un orden exquisito y hasta “espiritual”.
Nunca podré olvidar los cinturones de castidad (“objeto
moral”); que algunos hombres utilizaban para dejar en
buen resguardo a sus mujeres, para que no fuesen presa de los
“abomínales” celos y la desconfianza. Individuos
que tenían que partir a un viaje de negocios; o ser partícipes
de alguna guerra necesaria (inevitable); o realizar un “vuelo”
psicológico, hacia el “país abstracto”
de la preocupación marital, y convertirse en víctimas
del amor desmedido, patológico. Aunque a mí me
interesa como objeto de placer, me levanta las más bellas
pasiones, y los sentimientos más mórbidos. Considero
a estas damas “sometidas”: unas golfas involuntarias,
que hacían maravillas con sus manos, con sus cálidas
bocas, con sus eróticos anos, y con esos pechos henchidos
del máximo placer… Lo que menos importaba era la
famosa llave o los servicios del cerrajero. Todo era un ritual
de sexualidad incomparable.
También hacen explotar mi cerebro “en estado de
interdicción”, cuatro monjas de hermosura suprema,
de piel extremadamente blanca, de ojos azules, y cuerpos perfectos.
Recluidas en algún convento del Medievo: revolcándose
en alguna celda austera, y de piadosa construcción material.
Teniendo como testigo principal de sus inquietantes y encendidas
pasiones a la madre superiora, la cual, espera con desesperación,
ser convidada a semejante festín de placer desmedido
y pleno. Mientras se escucha el sonido límpido de una
campana llorona, y los repetidos cánticos y rezos que
invaden el entorno “sagrado”… Y ¡ahh!,
el olor exquisito del incienso místico; los cirios ardientes,
donde las flamas muestran rostros de diversas formas y actitudes…
Me vuelve loco la vestimenta de la mujer antigua; siempre y
cuando fuese guapa y de un cuerpo antojable y primoroso. Nos
dejaban mucho a la imaginación y a la dominante pasión
del hombre sexual. Vestidos largos, frondosos, de diversas telas,
y algunos aditamentos para resaltar la belleza. En realidad
era muy poco lo que podía mostrar al eterno enamorado
o al vidente furtivo, pero… ellas (apasionadas por naturaleza)
sabían como excitar a sus fieles admiradores, y lo más
importante así mismas. Cuando el “calor se sube
a la cabeza”, las féminas son expertas en las lides
sexuales. No usan ropa interior, verbigracia: el reglamentario
sostén, y el menos encantador calzón, haciendo
que la ropa del exterior, las acaricie todas; mientras sentadas,
quizá leyendo una novela de amor, sus cuerpos vibran
como un violín antiguo. El pretendiente llegaba a visitar
a su “prometida”, amante o amiga, y esperaba el
momento oportuno, para levantarle ese vestido “incómodo”,
y poder ver en toda su plenitud el divino cuerpo ardiente de
la mujer deseada. No existe mayor “objeto” de veneración
que el cuerpo excitado, trémulo, palpitante, y lleno
de pasión desmedida, hasta la locura, de la mujer en
espera de un coito. Ella, es la iglesia, y el hombre el feligrés…
Los sonidos de pasión de diez hembras en brama, son la
mejor melodía que mis oídos jamás hayan
escuchado.
En este momento que estoy hospedado (voluntariamente) en el
manicomio de una ciudad, donde todo el día llueve tristeza,
y el viento trae consigo un puñado del más cruel
dolor… escribo estás líneas incoherentes,
y oscuras, negras. Pero qué le vamos a hacer, si tan
sólo soy un hombre de mediana edad, que padece de alucinaciones,
y de cierto dolor psíquico. Tengo junto a mis huesos
(de plata) a la psiquiatra, que desnuda y excitada, me dice:
¡Te amo! Una enfermera de nombre Nubia, que me está
lamiendo el falo erecto, y exclama: ¡Me vuelves loca!
La médica general (de algunos 26 años) que inquieta
nos besa a todos los copartícipes de la sesión
sexual, mientras aúlla: ¡Oh, oh! Tenemos vino francés,
cigarros verdes, y una lluvia de “polvos cósmicos”.
Yo estoy bien, perfecto, hasta sublime. Lo único que
no recuerdo (ahora) es mi nombre, ni siquiera mi número
de paciente… Todo vibra al compás del amor sexual.
Y hasta las paredes blancas del lugar donde me encuentro, se
abren de piernas, mostrando todo el esplendor de su vagina cálida.
Todo huele a pasión a frenesí, el cual se impregna
en mi piel, como una sanguijuela. Mis mujeres en estado de arrebato
amatorio, despiden un aroma muy parecido al de Afrodita, cuando
sale desnuda del embravecido mar, buscando mis brazos…
Hasta la luna desnuda, presa de una fogosidad explosiva, se
desprende de su sitio habitual, y cae en la cama de mis enardecidos
deseos. Hoy todo se mueve (en este momento) entre caderas perfectas,
pechos rosáceos y de diversos tamaños, pieles
de diferentes tonalidades y esencias, talles disímiles,
piernas bien torneadas, glúteos de ensueño, clítoris
en fuga, vulvas húmedas, labios carmesí, y lenguas
serpenteantes.
Y ustedes, hombres normales, medianos, promedio, buenos ciudadanos,
¿cómo se encuentran? |
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Selección de textos escogidos de
© El seis, cedidos amablemente por el autor, para su
publicación en la revista mis Repoelas:
Tripolar
Mujer del fin del mundo
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