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Muchos dicen que
la poesía ha de ser bella
que necesita de rosas, perfume
y galácticas ceremonias,
que su ritual de colmena
ha de posarse en los labios dulces de la vida.
Yo pregunto
-sin que sirva de precedente-
¿qué hay de esos niños hambrientos en
África?
¿qué hay del obrero
al que se le saltan los ojos y la suela del zapato
para llevar su mendrugo a la mesa?
¿qué hay de tanto hospital derruido
tras los bombardeos sin escrúpulos?
¿qué hay de tanto ahorcado en el párpado
de la noche
y de los hijos sin padres
y de los padres sin hijos?
La poesía puede ser dura y sedienta.
¡Ojalá llegase a todos como un himno!
Yo pregunto
-sin que sirva de precedente-
¿por qué la poesía ha de ser censurada
cuando destila océanos de sangre?
Yo me pregunto si la rabia
no es la metáfora perfecta para definirnos
ante la pulcritud de la indiferencia.
¡Ojalá que la poesía -bellísima
y sensual-
llegase a ser tumba de la barbarie!
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