|
Gracias, Señor, por el pan
de cada día
por la ofensa perdonada
por hacernos deudores de la tierra
Gracias por el mantel manchado de vino
por el hombro más cercano
por las epístolas ahogadas en el mar
Gracias por la tentación
por el pecado
por la frustración que no doblega
Gracias, Señor, por el verbo encendido
por el insomnio sexagenario
por las llagas
Gracias por el invierno
por los árboles
por el perro que asesinaron en mis ojos
Gracias por el niño que comparte su canica
por mis libros necios o aburridos
por la piedra que se clava en mi zapato
Gracias, Señor, por la gente que me quiere
por mis detractores amados
por el hipócrita que viene a darme un beso
Gracias por la vergüenza propia y ajena
por la rabia contenida
por los cánticos de gloria
Gracias por la política maltrecha
por los que se roban mi dinero
y por aquellos que, alguna vez, me llaman “facha”
Gracias te doy, Señor, por enseñarme
que hay una sola bandera
y es esa que ondea desde el cielo. |