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Porque
de golpe esos deseos de arremeter contra esa injusticia
que me devora. Ese despertar de sensaciones impuras que
las palabras necias me provocan y que penetran en mis entrañas
usurpando ese rincón por mi perfumado. No oso disuadir
esos malos instintos que se apoderan de mis células
grises y mis ahora descontrolados deseos. No despierta mi
sensatez, mi cordura envuelta en nubes grises ya no reacciona
ante los delirios de saciar mi venganza. Ando maldiciendo
entonces, planificando y recreándome en mis maléficos
planes. Las tinieblas de mis deseos no tiene límites
y la enfermedad del odio me embriaga. No sé, ni quiero
detener mis deseos, ni retrasar mi cruzada, mi daga está
dispuesta y nadie podrá evitar que la sangre de letras
que he escrito en mi costado, me haga olvidar el día
señalado, ni habrá escapatoria de realizar
lo acorado. Llega el día, mis manos y piernas no
flaquean, estoy plenamente abducido por mi futuro pecado.
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Me deslizo con cautela sin mirar a ningún lado, por
no despertar sospechas de mis intenciones y con ropaje adecuado,
me presento en la escena que mis deseos han soñado.
Mi
arma oculta bajo mi chaqueta anda deseosa de dar el gran
corte justiciero al villano, más llegado el momento
nada de eso ocurre, la sensatez se revuelve y aparece en
ese mismo instante. Mi mano en un acto desesperado se pasea
por mi cuello de lado a lado. Mi vida se escapa, pero mi
alma queda a salvo. |