
HABEAS CORPUS
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—Y
le manchaba los dedos de harina al entregarle el paquete,
¿verdad? Y usted después seguía su
rastro, como un detective de película, ¿no
es cierto? Y llegaba al escondite secreto donde, casualmente,
había un hatajo de bandidos, ¿me equivoco?
Y quién sabe cómo, acaban todos muertos y
desaparece un valiosísimo alijo de droga, ¿es
así? Y por fin, en su panadería, junto a un
saco de harina, dejan por error unos fardos de polvo blanco
que no liga bien, ¿me equivoco? Y encima intenta
sobornarme y me dice que no necesita un abogado, ¿no
es eso?
SÁNCHEZ
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Al principio no había nada. Cuando los primeros
Sánchez llegaron animosos hasta allí,
lo que hallaron no fue sino barro y alimañas,
pero con esfuerzo lograron arrancarles a los campos
modestos frutos que luego fueron pródigos y
sustanciosos. Después manó el agua,
nacieron niños, se allanaron los caminos y
las plazas. Esa prosperidad bien merecida atrajo a
otros de fuera que comieron de la abundancia de los
generosos Sánchez, bebieron de sus manantiales,
bailaron en sus fiestas y criaron una descendencia
acomodada y pedigüeña.
Entonces, los recelosos Sánchez, acudiendo
a su pasado, decidieron exterminar a los forasteros
y a su descendencia, y los caminos, las plazas y las
casas se poblaron de odio, y los campos se encharcaron
con una sangre impura ajena a la de los engreídos
Sánchez.
La primera cosecha tras la guerra dio frutos jugosos,
pero Sánchez VIII previó el final de
su viciada estirpe y, con las manos vacías,
decidió abandonar su tierra maldita, su casa
manchada, su herencia infesta.
Lejos de allí tendría que mostrarse
humilde y refrescar un marchito linaje de odio condenado
al olvido y ser como al principio, nada.
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Selección de relatos de © Juan Manuel
Sánchez Moreno , para la revista mis Repoelas:
Habeas corpus ~ : ~ Sánchez
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