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relato de Jone Miren Asteinza

LAS MARIPOSAS DE SU NIÑEZ


    A través de la ventana acristalada de su cuarto, la joven observa el aleteo de las mariposas entre los árboles del parque de enfrente. Su respiración es suave, regular; parece ensimismada. Las mariposas que ve no se parecen en nada a las mariposas de su niñez. Estas mariposas son de colores menos brillantes, a veces sombríos, de vuelo torpe e indeciso.

    Abre la ventana, el ambiente huele a primavera. Este olor le recuerda las tardes soleadas en las que su madre tendía las sábanas húmedas mientras una suave brisa las mecía armoniosamente hasta secarlas. La niña de entonces permanecía recostada sobre el árbol donde las mariposas acostumbraban a recalar. Cerraba los ojos y fantaseaba con la idea de que le crecieran las alas para poder revolotear como ellas.

    La adolescente de hoy, sabe quién es y lo que es, pero no tiene relación con aquella niña que siempre vestía de azul. La confusión ruge a su alrededor, la tierra gira y gira, y los sueños, aquellos sueños, volaron con las mariposas de ayer. ¿Adónde habrían ido a parar —piensa para sí— aquellas mariposas que tanto le gustaban? Las que aprendió a distinguir en el libro que su padre le regaló por su séptimo cumpleaños, mariposas de colores brillantes en cuyas alas depositó sus sueños de niña.

    De aquellos sueños no quedan ni residuos. Tiene 15 años y a veces confunde cansancio con aburrimiento y hasta sus ojos parecen tristes cuando sonríen. El chico que le gusta anda detrás de su mejor amiga, no porque sea más guapa o más interesante, sino porque tiene los pechos muy grandes y se los lleva a todos de calle.

    Tan cansada o aburrida está de esa rutina que envuelve su vida, que a veces juega delante del espejo a ponerse un larguísimo fular alrededor del cuello. Entonces cierra los ojos y se visualiza huyendo del hastío a toda velocidad en un descapotable rojo, para morir, como es natural, estrangulada a lo Isadora Duncan. Esta visión la hace reaccionar casi de inmediato; tira con rabia el fular al suelo y grita teatralmente: “soy demasiado joven para morir”, y se echa en la cama como cualquier otra jovencita melancólica e insufrible, con la esperanza de dormir y con suerte soñar que encuentra el árbol donde recalan las mariposas de su niñez.

Relato titulado Las mariposas de su niñez original de © Jone Miren Asteinza , cedido por deferencia de la autora, para la revista mis Repoelas:






Las mariposas de su niñez


 


Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras