El gozo me había dado la espalda,
la dicha fingía ante mí demencia;
el amor fulguraba por su ausencia,
la alegría olvidada en triste balda.
La justicia divina, todo salda,
contigo la suerte tuvo cadencia,
desde que te conocí, fuiste esencia,
ritmo insigne que me trajo guirnalda.
Mujer, tu arribo fue una bendición,
vivo ahora entre azucenas y lirios;
eres la esmeralda del noble halcón.
Gracias por ser el fin de mis martirios,
musa de mi inspiración y razón,
adherente de sueños y delirios.