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                 Siempre 
                    conté hasta diez y nunca apareciste. 
                    Fueron noches de granizo desnudo, de temblor 
                    en el humo del deseo. Días de ayuno y lucidez.  
                     Imaginaba el recorrido del llanto en las trampas 
                      de la noche. La quietud en la memoria 
                      de una pesada cárcel que esperaba a lo lejos. 
                     El rencor de saberme preso en otro cuerpo 
                      distinto al tuyo. Liberado en otro gesto, 
                      y defendiéndome de otro perfume. 
                     Pero sé que no fue más que un sueño. 
                      Corría desnudo por la habitación del aire. 
                    Y sentía que volaba, mas no era libre.  
                     
                  
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