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EL CAMINO ES DIFÍCIL


El camino es difícil y a menudo
el viajero se siente disuadido por las piedras que ruedan
de las cercas contiguas. Es esta soledad
la que buscamos,
la urdida por el musgo, por la morera blanca
que hoy cubre las paredes y las hace
sensibles a la luz, vulnerables al tacto.

Aquí bebemos sólo el agua del deshielo,
el zumo de las frutas que el invierno acumula
sobre las cimas próximas. Ahora mis palabras
apaciguan los muros,
dejan pasar el aire que llega a los balcones,
se diluyen ilesas.

Alguien dijo, hace tiempo, que la felicidad
sólo puede alcanzarla
un ser en permanente sufrimiento.

Quizá por eso ahora
me descubro podando los manzanos silvestres.


Estaba en el segundo movimiento.
En el ruido del aire
que entraba en nuestras casas en los atardeceres
de los primeros días,
en el rumor cercano de las aguas que entonces se agolpaban
contra el muro de piedra y que no reconocimos.

Estaba en los lugares que recorrimos luego
durante la tormenta y en los vasos
que quedaron vacíos en las enredaderas de nuestra juventud.

Estaba en las aceras y en los jardines públicos,
sobre la mesa oscura de las lamentaciones
y el labio de los dóciles.

Estaba en la palabra que salió de mi boca
y en la que nunca dije.

Estaba en vuestros ojos cuando os abandonasteis
a una música extraña y ofrecisteis
a todos los que amabais las estatuas
de sal de vuestras lágrimas.

Estaba entre los nombres que dejamos escritos
a merced de la lluvia, sobre el fuego
que encendimos más tarde para ahuyentar las algas.

Estaba ya en el tedio del otoño
y en la usura del frío, estaba en los cabellos,
en las dulces preguntas de las lentas mujeres
que buscan a sus hijos.

La luz, agazapada en el profundo
corazón de las cosas.

(este poema es del poemario"La mirada apacible")
 


Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras