Se consuma el crimen, la mordaza ciñe
                      la amputada carne impúber del pretérito,
                      el placer proscrito y extirpado en ceremonias
                      salvajes e inhumanas que imponen un letal
                      claroscuro a la sexualidad
                    El disfrute se anestesia en la ceguedad
                      de la herrumbre, el derecho al goce se transforma
                      en nieve sobre los páramos del sexo, brocal
                      inútil que enluta la voluntad sordomuda
                      Tras la mirada perdida, pentagrama de tristeza
                      sin dicción, sólo un soplo de belleza gris
                    En el corazón arrojado al abismo, perdurará
                      la malherida caligrafía de una mujer