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Pero hoy no es preciso que lo recuerdes todo
Porque hoy tienes fiebre,
una fiebre que ignora la alegría del amor,
una fiebre sin rumbo,
de calendarios tropezando para siempre,
una fiebre infantil de recorrer los áticos
y las cascadas dulces de los sueños,
un sudor de garajes y patíbulos.
Porque habíamos ardido en aquella ciudad
como hace siglos ardiera Babilonia,
Y los niños corrían sin zapatos
a la lumbre lunar de un descampado,
Y la nieve caía
sobre el embozo dulce de la niñez.
Como en el principio de la vida,
cuando todo comienza
con el bautismo del fuego,
Y al subir la escalera
no quedaban peldaños,
y nadie recordaba el paradero de tu sangre.
Y nadie recordaba el paradero de tu sangre. |