Ella está junto a la ventana,
mirando sin ver.
Desde que se quedó sola
pasa mucho tiempo aguardando la nada
envuelta en el misterio
de no esperar nada ni a nadie.
Si le preguntas,
te hablará de una amalgama de colores
con el denominador común del gris
que todo lo pringa como dominante.
También se le va haciendo opaca la vista
de tanto mirar a un punto fijo
sin obtener ningún resultado.
Su distracción es la música del mar
y las cabriolas de las gaviotas
descritas en el aire,
hasta donde le alcanza la vista.
De tarde en tarde un barco
y ni siquiera le ilusiona el pasaje y la aventura
tantas veces soñada. Ya no.
Ahora solo piensa en la nada
o en aquello otro que ella denomina
la estación término.
Ella sabe que él le tomó la delantera
y desde entonces solo hace esperar.