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Como
si fuera la Alicia de Lewis Carrol
traspasé
las normas de las verjas y de los muros.
Registré
las sombras de mí misma
y caminé
por ese desvarío que conduce
al verso y al poema.
Discutí, bramé, soñé,
con ráfagas de lluvia en la delgada
región de la locura.
Y advertí la extracción de la piedra
y me ovillé
en la sed que siempre me contuvo.
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Escaparse
de la sala común, y con vigor
despertar al hambre o al desvarío.
Escaparse y saber
que el huésped que te habita es como un soplo
de luces y anaqueles,
un
molino
más en estos campos o un nuevo rucio
en este ciclo de creernos eternos. Capitanes
de ínsulas perdidas entre los mapas
que golpean tu pulso. Un solo libro
donde escribir tu nombre.
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