|
A
la de tres, cojo tu mano y salimos corriendo, marchemos de
aquí, no respondo de mis dedos impacientes ante la
turbadora esencia que impregnan tus cabellos.
Embriaga el aroma a vainilla, azahar y a canela que brota
de esa tinaja desconchada que prende en el fogón, y
que sigiloso transita por las estancias de tu hogar.
Me recuerda otro tiempo en el que, embadurnado en harina,
amasaba con desgana enseñanzas entregadas con cariño,
y que yo no supe valorar.
Pero amor, como te comento una cosa, te comento otra, tu madre
hornea de maravilla, pero jamás nadie hará las
galletas de canela como las hacía mi madre.
|