Adolfo Marchena: ¿Entre
todas las caras de la luna se esconde, también, la
de Arantza Guinea?
Arantza Guinea: Desde luego. Es difícil
no implicarse cuando escribes un poema. En Todas las caras
de la luna hay muchas mujeres que son una, y es que la mayoría
compartimos inquietudes y sentimientos. En muchas ocasiones,
las personas que escribimos poesía, tomamos como punto
de partida la propia experiencia. Para elaborar este libro,
he pensado en muchas mujeres y en historias que me han contado
aparte de lo vivido personalmente.
A.M.: No
volveré a ser joven, poema de Jaime Gil de Biedma comienza
diciendo: Que la vida iba en serio / uno comienza a comprenderlo
más tarde.
A.G.: Y también algunas demasiado
pronto. La vida no se anda con tonterías. Hay momentos
que te pone en tu sitio. Pero…
Yo aprendí desde muy joven a ver esa cara de la vida
y con el paso de los años he ido aprendiendo a no tomarla
tan en serio, he comprendido que tiene un punto jocoso y que
la sonrisa te abre corazones.
A.M.: ¿Puede
un poema alcanzar la crueldad que la vida nos escupe en algunos
momentos?
A.G.: Si, convencida. Sobre todo, si te ha puesto contra las
cuerdas. Esa experiencia se refleja en el poema. Pero también
hay que entender que no es un modo habitual de escribir como
tampoco es habitual que vayas por la vida mostrando las garras.
A.M.: Existen
opiniones encontradas al respecto. En tu caso, la literatura
tiene algún valor terapéutico.
A.G.: Totalmente. La poesía ha sido mi salvavidas.
Siempre que hablo del tema con mis amigas, suelo comentar
que la poesía me ha salvado la vida. Yo empecé
a escribir poesía desde muy jovencita, era una niña
triste por diferentes causas y todo el dolor lo plasmaba en
el cuaderno. Gracias a eso conseguía descargar toda
la amargura y alimentar interiormente la porción de
felicidad que me correspondía. Escribir para mí,
significaba una dosis de oxígeno y un empujón
para seguir saliendo a la calle con una sonrisa.
A.M.: ¿Tienen
algún punto en común tus poemas y los cuentos,
un género que también cultivas?
A.G.: Es probable. Creo que en ambos casos parten de la misma
base. Todos están salpicados de realidad, aunque sea
imperceptible.
En El juego de la vida incluso los relatos que hacen referencia
a un sueño llevan su parte real. Una actitud, un gesto,
un comentario, puede ser cualquier detalle, pero cierto.
A.M.: En
Todas las caras de la luna, a cada poema le antecede un haiku.
¿Por qué esta arquitectura?
A.G.: Soy una enamorada del haiku. Me gusta esa estructura;
dice mucho en poco espacio. Puedes expresar un mundo en tres
versos y creo que va con mi forma de ser. Soy una persona
a la que le gusta más escuchar que hablar y cuando
lo hago, suelo ser breve.
A.M.: Aunque
el libro está dividido en siete apartados, todos desembocan
en la figura de la mujer.
A.G.: El libro está pensado en la mujer. Ella es la
protagonista y efectivamente, todo desemboca en ella. Es para
ella.
Está escrito por una mujer y que además no ha
hecho el esfuerzo de ponerse en el lado masculino, todos los
poemas están escritos desde el punto de vista de una
fémina.
A.M.: ¿Padece
Arantza Guinea la misma nostalgia que trasmiten algunos poemas
del libro?
A.G.: He de confesar que sí. Me afecta todo y la nostalgia
es algo que me acompaña, me resulta complicado evitarla.
La soledad que durante muchos años fue mi compañera,
se pegó a la piel y es muy cabezota. De vez en cuando
sale a saludarme y la memoria hace su trabajo.
A.M.: Muchos
de los poemas recién publicados están cargados
de fiereza; ¿es sólo una percepción mía?
A.G.: Lo reconozco; me enfada la injusticia. Y las mujeres
en general, la hemos sufrido, la estamos padeciendo aún.
Era inevitable que, en un poemario dedicado a nosotras, no
apareciera cierta “fiereza” en alguno de los poemas.
Es una forma de decir: ¡esto no está bien, no
nos gusta, nos están matando, nos ningunean, nos hacen
creer que somos invisibles, respetadnos!
A.M.: La
escritora y filósofa Simone de Beauvoir dijo que: El
problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres.
A.G.: Pues sí. Aunque yo diría de algunos hombres.
No me gusta generalizar porque se suele caer en la injusticia.
Meter a todos en una misma definición siempre dará
lugar a la protesta.
A.M.: Considero
que la portada del libro es una bella composición.
¿Por qué, además del misterio, aparece
la inocencia de una niña?
A.G.: Tú lo has dicho en la pregunta.
La niña simboliza la inocencia. Es un momento que se
da por hecho que vive una felicidad plena. Y lo digo yo, que
no tuve una infancia muy feliz, precisamente.
Reconozco que hay lugares en que la vida de las niñas
es un malvivir, pero la portada también reivindica
ese derecho. El de ser niña antes que ser mujer.
En teoría, una niña es un ser puro, que no debe
ser corrompido, ni maltratado, ni usado, ni violado.
Es un ser que debe vivir su infancia protegida para llegar
a ser una mujer lo más feliz posible.
A.M.: Supongo
que ahora te centrarás en la promoción del libro.
Aun así, tienes ya algún proyecto de futuro.
A.G.: Si, ya estoy metida en ello. El día 4 de marzo
en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa de Vitoria-Gasteiz,
tendrá lugar su puesta de largo.
Y mi siguiente proyecto, ya está en marcha, también.
Se trata de otro poemario, pero muy distinto a lo que he hecho
hasta ahora. Dejo un poco de lado mi escritura más
íntima para recrearme en otra faceta. Permíteme
que no desvele más porque sería una pena que
desapareciera el factor sorpresa.
Todo a su momento.
A.M.: El
Festival Internacional de Poesía Poetas en Mayo que
se celebra en Vitoria-Gasteiz, cumplirá este año
su diez edición. Desde el año 2016 formas parte
del equipo de organización; ¿qué nos
puedes decir de tus funciones y del Festival, en general?
A.G.: Siiii, estamos muy contentas, es un número importante.
Elisa Rueda, creadora y directora del Festival es una persona
llena de ideas y gracias a su trabajo y decisión, cada
mayo desde hace diez años, mantiene este Festival Internacional
de Poesía.
Cuando en 2016 Elisa me pidió que formara parte del
equipo de organización de Poetas en mayo, no pensaba
que a estas alturas iba a tener las responsabilidades que
me ha otorgado. El primer año, coordiné el Encuentro
de Cien poetas en mayo, poetas que llegan de todos los lugares
del país y de fuera, también. El segundo me
cedió más actividades que hasta la fecha se
habían celebrado de forma independiente dentro del
Festival. A partir de 2017 la actividad Cien poetas en mayo
creció con el recorrido de Los Caños y las Páginas
de cristal, esta actividad, también creada y registrada
por Elisa Rueda.
Conocía al editor Ángel Marcelo desde hace unos
años, así que añadimos la publicación
de una Antología al encuentro de los cien poetas y
desde hace dos años, hemos alargado ese fin de semana
con una excursión. En 2021 fue el pueblo de Salinas
de Añana, donde se encuentran las fábricas de
sal más antiguas del mundo con sus más de 6.500
años de historia. Su sal es completamente pura y proviene
de un antiguo mar de hace más de 200 millones de años.
Como en la antología cada poeta incluye dos poemas,
acostumbro a pedir uno con un tema en concreto y el año
pasado, como íbamos a ir a las Salinas, pues, fue la
sal.
Aparte de la coordinación de Cien poetas en mayo, coordino
el Concierto poético con Kanajazz (Combo de adultos
de la Escuela de música Udaberria) Tres poetas alternan
su bien hacer con la música elegida. Esas canciones
las elijo basándome en autores que tienen que ver con
cualquiera de las modalidades de literatura. Pueden estar
relacionados con cuento, poesía, ensayo, novela etc.
A.M.: Por
último y, como suelo decir, siempre nos dejamos algo
en el tintero. ¿Te gustaría añadir algo
más?
A.G.: Volviendo al poemario, me gustaría que toda persona
que lea Todas las caras de la luna pase un agradable momento
de lectura.
He de decir que está escrito desde el alma y también
quisiera dar las gracias a todas las personas que han colaborado
para que este libro haya salido a la luz.
Desde la amiga que me bordó a punto de cruz una palabra
para que yo luego la atravesara con un cuchillo, hasta la
pequeña modelo de la portada y contraportada, pasando
por prologuista, modelos adultas, fotógrafos y evidentemente
al editor, por confiar una vez más en mí.
Y gracias a ti.
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