Adolfo Marchena: Tras una obra
muy personal que te marcó mucho, decides abandonar
el teatro para centrarte en otros formatos y géneros.
¿Qué te has encontrado?
Santy Portela: Más que abandonar yo
diría que dejo la escritura teatral en pausa. También
es cierto que poesía siempre había escrito,
pero para mí y sin intención de publicar.
No me encontré tampoco nada que me sorprendiera. No
cambié mi modo de escribir o mi estilo, solo lo transformé.
A.M.: En este sentido; ¿existe una meta en
la creación?; ¿Y cuál es la de Santy
Portela?
S.P.: Mis metas en la creación siempre
son de corto alcance. No miro más allá de los
proyectos en los que estoy en cada momento, tanto a la hora
de trabajar en ellos como en su fin, ya sea presentándolos
a certámenes o buscándoles cada editorial.
Mi meta al final es escribir lo que me apetezca en el momento
en el que estoy. Si estoy centrado en narrativa, pues narrativa;
si quiero volver al teatro, pues teatro. Y la poesía
siempre como válvula de escape.
A.M.: Formaste parte de los miembros que fundaron
la compañía de teatro Vaivén.
¿Qué te ha aportado el género dramático
respecto al lírico y narrativo en los que ahora te
desenvuelves?
S.P.: El teatro me ha dado aspectos muy enriquecedores
como es la urgencia de la acción, el desenvolverme
con los diálogos con bastante comodidad, la capacidad
de centrarme en sentimientos. El teatro, al final, es vislumbrar
los sentimientos de los personajes hechos en carne por las
actrices y los actores.
Muchas personas que han leído mi teatro decían
que era muy poético y al revés, que mi poesía
y mi narrativa eran muy teatrales. Al final, yo creo que los
compartimentos estancos que se les da a los géneros
deberían ser más fluidos y no tan rígidos.
Buscar subvertirlos y mezclarlos.
A.M.: Los poemas de Soplos
Ahogan Fuegos se escribieron
durante los años 2018 y 2019, una época complicada
para ti. ¿Hasta qué punto se refleja en tu poesía?
S.P.: En todos los puntos. No hay ninguna
de las poesías de “soplos…”que no
sean un reflejo de cómo me sentía en aquellos
años. Es por eso que decidí que quería
publicarlo, porque se trata de una época muy dura,
oscura, de búsqueda; y quería compartirlo a
sabiendas de que las lectoras y lectores podrían verse
representadas en ellas. Lo maravilloso de todo el proceso
es que ya no estoy en ese punto, que lo he superado y ahora
puedo mirarlo con perspectiva.
A.M: Dante Alighieri dijo: Quien
sabe de dolor, todo lo sabe.
S.P.: Todo el mundo sabe lo que es el dolor.
Todo el mundo sufre. Por unas cosas o por otras. Al final
el dolor forma parte de la vida, al igual que la alegría,
la plenitud o la desesperación. Para mí la poesía,
“soplos…” fue una forma directa y catártica
de enfrentarme a ese dolor, de crear algo con ese dolor y
no regodearme en él.
A.M.: Respecto al estilo he leído una afirmación
donde dices que no es fijo, que siempre viene y va.
S.P.: En Contexto
Teatral, si no me equivoco. Eso es lo que pretendo,
otra cosa es que lo consiga. No quiero tener un estilo inamovible,
sino que fluya y que se deje influir. Vuelvo al tema de subvertir
los géneros: me parece horrible que tengamos que plegarnos
a lo que se afirma que es un género. Al final el arte
es creación y toda creación debería tener
su poso de destrucción, de romper con lo establecido.
A.M.: ¿Se puede afirmar que Soplos
Ahogan Fuegos supone un desdoblamiento del yo;
un yo que, en ocasiones, se desprecia?
S.P.: En aquella época, sí.
Sin duda alguna. Aunque no fuese consciente de ello. Todo
forma parte de un sendero que tenía que recorrer y,
en ese viaje, surgió el desprecio, la incomprensión
y la autodestrucción.
A.M.: En el poema Los
monstruos sí existen, uno de sus versos
sentencia: Lo
que no es realidad es vida. ¿Cuánto
hay de onírico en tu obra?
S.P.: Supongo que mucho. El mundo onírico
siempre me ha intrigado por su profundidad. En el teatro también
me pasaba y jugaba con el contraste entre escenas “reales”
y oníricas. Al final, los sueños son, en parte,
un reflejo de lo que anhelamos.
A.M.: Da la sensación de que buscas el silencio
pero, de alguna manera, el ruido permanece a tu lado, como
una voluntad propia.
S.P.: Resulta curioso porque me gusta trabajar
en cafeterías, sentarme a escribir mientras me tomo
un té o un refresco. Al final esa entidad del ruido,
aunque la menosprecie, la busco. El ruido es vida.
A.M.: Hermann Hesse escribió: He
sido un hombre que busca y aún lo sigue haciendo, pero
ya no busco en las estrellas y en los libros, sino en las
enseñanzas de mi sangre.
S.P.: Yo podría decir que soy una
persona que busca en todos lados, en continuo aprendizaje
y crecimiento. Y hay momentos, etapas en los que necesito
realizar esa búsqueda en mi interior, en mi sangre
como afirma Hesse, y otros en los que me viene del exterior.
A.M.: En los poemas de Soplos
ahoga fuegos, habita el vacío, la pérdida
o el alcoholismo. ¿Cómo fue el proceso de creativo?
S.P.: Cuando escribo poesía el proceso
parte del momento, de dar rienda suelta a lo que siento cuando
agarro el cuaderno y lo empiezo a llenar de versos, sin ningún
tipo de cortapisas ni censura. Luego, ya más relajado,
sí que corrijo y retoco intentando mantener ese poso
inicial de naturalidad.
A.M.: Precisamente, el poema Alcoholismo
incipiente es una reflexión donde el poeta
se rinde, y también desea que le dejen en paz porque,
como dice el verso final: ¿Qué
más puedo hacer yo?
S.P.: Siempre he sido una persona que bebía
mucho y, por suerte, estoy controlándome en los últimos
meses. En la época en que escribí los poemas
de “soplos…” toqué fondo y el alcohol
exacerbaba ese sentimiento de pérdida y hartazgo. Me
sentía en un callejón sin salida. Aunque el
tiempo ha demostrado que sí puedo hacer más.
Mucho más. De ahí que afirme una y otra vez
que ya no estoy en la misma situación que estuve cuando
escribí el poemario.
A.M.: A lo largo del libro nos encontramos con un
lenguaje descarnado y los versos, en ocasiones, se articulan
como escorzos o fogonazos. ¿Estás de acuerdo?
S.P.: Por supuesto. Creo que es un elemento
muy típico en toda mi escritura, tanto poética
como teatral. El golpe, podríamos llamarlo. Soltar
esos fogonazos de crudeza y realidad, mi realidad, que buscan
una reacción emocional. No me gusta andarme por las
ramas cuando escribo, que ya lo hago bastante cuando hablo.
A.M.: En uno de los poemas (dedicado A
Dani), que lleva por título Reflexión
en insomnio, el poeta busca una respuesta; algo
que se sucede a lo largo del libro. Reflexión
en insomnio concluye con estos versos: ¿No
será entonces la muerte el estado natural / y la vida
la excepción que cumple la regla? / Ojalá pudieras
sacarme de la duda.
S.P.: Ese poema es bastante especial. El
único que dedico a una persona en particular. Lo escribí
tras el suicidio de mi amigo Dani, un hecho que me marcó
muchísimo y me dejó un tiempo bastante jodido.
Como el propio título remarca, lo escribí una
noche que no podía dormir, me puse a pensar en voz
alta y luego cogí el cuaderno.
Creo que el suicidio es todavía un tema bastante tabú
en nuestra sociedad aunque se estén dando pasos adelante
y se esté poniendo el foco en un problema tan grave.
Una de las cosas que más me jodió, y me sigue
escociendo, es que en el caso de Dani, a mí al menos,
me pilló por completo desprevenido. No lo vi venir.
Ese poema es mi pequeño homenaje a su memoria.
A.M.: El poema que lleva por título Ama,
se inspira en otro de Gata Cattana. ¿Qué nos
puedes decir, al respecto?
S.P.: Gata Cattana fue un descubrimiento
por aquella época. Yo conocía su faceta de rapera
y me encantaba. En un viaje a Granada, me hice con “La
escala de Mohs” y lo devoré en una
tarde. Leía sus poemas y tenía la certeza de
que quería escribir como ella, lograr llegar del mismo
modo que lo hacia ella, con toda su brutalidad y su sinceridad.
A.M.: Por último y, como siempre afirmo en
mis entrevistas, es imposible abarcarlo todo. ¿Quieres
añadir algo a esta breve conversación escrita?
S.P.: Lo primero, muchas gracias por el espacio
y el tiempo. Ha sido todo un placer.
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