Adolfo Marchena: En tu primer
libro publicado, Mármol, ese Barro
que llegará (un año después), de una
manera consciente, o no, aparece en uno de los versos de un
poema (pág. 41) donde dices: “quiero
barro para ensuciar lo limpio”.
Beatriz de Silva: Me parecía divertido
dar una coherencia meta-narrativa a mis dos publicaciones,
que mantuvieran una conversación. El primer libro refleja
mi personalidad más inamovible (como el mármol).
Parece ser que, ya en aquel entonces, anticipé que
yo iba a evolucionar tanto a nivel personal como narrativo
en otro material más moldeable.
A.M.: No sé, tal vez se precise del caos en
algunas ocasiones para encontrar lo cierto y la armonía;
¿qué opinas?
B.d.S.: Más bien al contrario: el
caos siempre está ahí. Lo “cierto”
y la “armonía” aparecen a veces para darnos
calma y sensación de seguridad. Pero son puertos donde
descansamos temporalmente, el barco siempre tiene que zarpar.
A.M.: Hay unos versos en uno de los poemas de Mármol,
A golpe de espuma, que llaman poderosamente mi atención:
“Cuando tiemblen los años / y la juventud se
pudra / vendrá el desengaño”. ¿Premonición,
vivencia; lo inevitable?
B.d.S.: Todavía soy joven, pero soy
muy consciente de que dejaré de serlo. Cada día
aprendo cosas y todavía tengo la ridícula esperanza
de que alguna vez lo sabré todo. Sospecho que con los
años esa tontería se pasa y aceptas que era
un síntoma del narcisismo juvenil.
A.M.: Centrándonos ya en Barro, el primer poema
del libro nos convoca a la búsqueda (tal vez lo inevitable),
en ese verso final que concluye: “Sin
ti soy solo huesos, barro y ruido”. ¿Es
el resultado y aquello que nos queda después de todos
los naufragios?
B.d.S.: Es el resultado de perder la esperanza.
A.M.: Pienso en una frase de la escritora estadounidense
Hellen Keller: “La
fe es la fuerza por la cual el mundo destrozado emergerá
a la luz.”
B.d.S.: Sin duda la fe es la fuerza motriz
más poderosa del mundo. Es gratis, pero cuesta mucho.
A.M.: Y, sin embargo, en el poema 20, uno de los versos
nos dice que: “Cada
cosa que es, debe tener su parte de no ser.”
B.d.S.: El sentido de las cosas a veces está
en su ausencia.
A.M.: No sé si estarás de acuerdo, pero
detecto un manejo del ritmo, muy hábil por tu parte,
en alianza con la ambigüedad y ese juego de los contrarios.
B.d.S.: Las paradojas son poesía pura.
A.M.: Pienso también en un objetivo que, sospecho,
el ser humano ha olvidado en estos tiempos de inmediatez e
individualismo; en una frase del escritor Edmund Burke, cuando
manifiesta que: “La
libertad abstracta, al igual que otras simples atracciones,
no puede ser encontrada.”
B.d.S.: Para mí la libertad abstracta
es un macguffin.
Es una palabra muy grande que te llena la boca y te impide
hablar. Y eso es lo contrario de ser libre, ¿no? Palabras
concretas, deseos sencillos, consecuencias lógicas
y responsabilidades adecuadas; eso sí se puede encontrar.
A.M.: En una entrevista publicada en el Diario Noticias
de Álava (2 jun 2018) hablas del “síndrome
del nómada” y tu necesidad de moverte. Recuerdo,
al respecto, unos versos del poema La ciudad, de Kavafis:
“No encontrarás
otro país ni otras playas / a donde vayas la ciudad
te seguirá.”
B.d.S.: La ciudad interior de cada uno nos
persigue (o nos acompaña) donde sea que vayamos. Eso
es verdad. El síndrome del nómada al que me
refiero también tiene esa dualidad: a veces la necesidad
de moverme nace del deseo de huir, otras veces nace del deseo
de crecer. Hay que saber desde qué lugar tomas decisiones
porque tu paz interior depende directamente de eso. El viaje
puede convertirse en un infierno si lo emprendes por los motivos
equivocados.
A.M.: ¿Hasta qué punto tu poesía
destila un tono confesional, como “ese creyente sin
religión / que reza para ser consolado"?
B.d.S.: Escribir poesía es decir la
verdad. Y normalmente escribimos sobre nosotros. Así
que sí, hay mucho de confesión. Y también
de redención: buscar el consuelo que no encuentras
en otros lugares. Para mí es un ritual religioso.
A.M.: Tal vez te resulte curioso pero tu poesía
me suscita –entre otras mucha cosas- la idea de que
la vida es una continua despedida. Y no lo digo como algo
trágico o doloroso.
B.d.S.: Yo me he tenido que despedir muchas
veces: de lugares, de personas y de expectativas. A lo mejor
es por eso.
A.M.: También detecto, como si se tratase de
un lugar común, un espacio que me sitúa en la
complejidad del amor y sus laberintos. Y cito dos versos del
poema donde hablas de “ser dos polos opuestos”
y concluye: “en vez de atraernos / nos hemos contaminado.”
B.d.S.: Esto es como cuando rompes el huevo
en la sartén. A veces sale bien (sobre todo cuando
tienes pericia) pero otras, la yema se rompe. Por ir con prisa,
o no poner cuidado, o tener demasiada hambre…
A.M.: En uno de tus poemas manifiestas que has aprendido
de la incomodidad de ser extraño y la extrañeza
de lo conocido.
B.d.S: Lo que conocemos de toda la vida puede
volverse incómodo cuando lo miramos desde otra perspectiva.
Como cuando vuelves al hogar de tu infancia, pero tú
ya no eres la misma persona. Has vivido fuera muchos años,
has viajado, has cambiado… Lo mismo pasa cuando te reencuentras
con ciertas personas. Tu memoria recuerda las esquinas, los
sonidos, el olor… Pero tu alma se mueve por el espacio
como si lo viera todo por primera vez. En cierto modo, es
así. Es una sensación curiosa.
A.M.: Me pregunto dónde queda o qué
papel juega la poesía en tu labor como guionista y
directora de cine.
B.d.S.: Creo que el cine también es
poesía. La poesía no sólo se escribe,
ese es uno de sus formatos, pero tiene muchos. Coger callo
escribiendo me ha ayudado a descubrirla en otros lugares.
Ahora estoy aprendiendo a trabajarla en imágenes. Es
más fácil cuando ya dominas las palabras. Es
un buen punto de partida. El siguiente será la música.
A.M.: Luis Buñuel definió el cine como
un “instrumento de poesía, con todo lo que esta
palabra pueda contener de sentido liberador, de subversión
de la realidad, de umbral al mundo maravilloso del subconsciente.”
B.d.S.: Seguro que estas palabras se las
inspiró su amigo Salvador Dalí. Creo que el
cine tendrá diferentes definiciones para mí
en distintas etapas de mi vida (si me sigo dedicando a esto,
que espero que sí). De momento, sí, creo que
es un instrumento de poesía. Lo primero es conmover
al público, tener un mensaje que vibre en las almas
de los espectadores y le haga compartir algo fuera de ellos
mismos. Es una sensación muy placentera vivirlo. Y
más adictivo aún ser la maestra de ceremonias
de ese ritual.
A.M.: Te propongo un juego donde debes ejercer de
guionista y responder o darle continuidad a varias frases
que se han hecho célebres gracias al cine: “No
me acuerdo de olvidarte” (Memento)
B.d.S.: La memoria y la muerte nos llevan
siempre la contraria para que no nos creamos dioses.
A.M.: “El
artista miente para mostrar la verdad, el político
para ocultarla.” (V de Vendetta).
B.d.S.: Y la religión decide lo que
es verdad y lo que no.
A.M.: “¿Quieres
saber cómo lo conseguí?... Así es como
lo conseguí: jamás me reservé nada para
la vuelta.” (Gattaca)
B.d.S.: Si toda tu voluntad está ya
en alguna parte, es cuestión de muy poco tiempo que
tu cuerpo se reúna con ella.
A.M.: Y la última: “Todos
nos volvemos locos alguna vez.” (Psicosis)
B.d.S.: Locos ya estamos. Solo que hay quien
defiende su locura de forma más convincente.
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